Início » Aprendizajes sobre tecnologías trans y trabajo en Brasil y Argentina Sem categoria Aprendizajes sobre tecnologías trans y trabajo en Brasil y Argentina Joaquim Renato Alves de Souza Me llamo Joaquim, soy una persona transmasculina brasileña, me identifico como “boyceta” y mis pronombres son ele/dele o elu/delu. Soy miembro de la cooperativa de reparto Señoritas Courier y también soy miembro del Instituto Brasileño de Transmasculinidades (IBRAT), ocupando actualmente el cargo de coordinador general de la filial de Campinas, en el estado de São Paulo. También soy miembro de una casa de movimiento de Brasil llamada A Cibernética Casa Transvyada. Lengua, cultura, identidad, tecnología y trabajo. Estos son algunos de los “territorios” a través de los cuales aprendí en mi primer viaje a Argentina en noviembre de 2024, que fue también mi primer viaje internacional, apoyado por el Queer and Trans Research Lab (QTRL). Salí de la ciudad de Campinas, en el estado de São Paulo, para participar de las actividades de investigación Worker-Owned Intersectional Platforms (WOIP) – financiadas por SSHRC, de Canada – y del evento sudoAmérica, organizado por y para activistas, hackactivistas y artistas interesades en debatir y disputar tecnologías desde perspectivas críticas, interseccionales y latinoamericanas. Hice más que eso. Pude hablar con otras personas de la comunidad LGBTQIAPN+ de Buenos Aires, ver cómo se están apropiando, por ejemplo, de la cultura ballroom, bailar el tango cuír/queer, entrevistar a líderes trans y probar suerte con el español. Pude hablar de mis experiencias como una persona brasileña transmasculina de la periferia interesada en la tecnología. Entre las cosas interesantes que experimenté, vi cómo en Argentina utilizan el término “travo” para referirse a las personas transmasculinas. En Brasil, se utiliza más el término femenino “trava”. Recientemente, algunas personas transmasculinas que están llevando a cabo una investigación sobre la historia de las Transmasculinidades encontraron registros que muestran que la palabra también se ha utilizado para referirse a nosotres, las personas transmasculinas. Esto ha provocado enfrentamientos en la comunidad. Por eso era importante ver cómo otros territorios tienen otras percepciones sobre el tema, sobre las políticas del lenguaje entre nosotros. En este viaje, escuchar a cuerpas disidentes hablar de tecnologías fue muy importante para mí. Es la prueba de que hay mucha gente interesada en apropiárselas y eso es muy poderoso. Me hizo sentir menos solo en mi jornada con las tecnologías. La lengua como campo de disputas, identificaciones y resistencias Las palabras importan en todas partes. El vocabulario LGBTQIAPN+ en Argentina me interpela en la medida en que también habla de las disputas actuales en Brasil. Hace poco hubo una gran polémica sobre la identidad de boyceta. Ataques, ofensas, invisibilización y burlas forman parte del repertorio del conservadurismo brasileño y esta vez no fue diferente. Sin embargo, además de las posturas contrarias a los derechos humanos, también hubo mucha ignorancia sobre lo que significa ser boyceta. ¿Qué es ser boyceta? El término boyceta fue acuñado por Roberto Chaska Inácio, una persona transmasculina de ascendencia indígena de Brasil, como boy + concha. Él concibió esta palabra para referirse a las personas transmasculinas y, cuando me encuentro con ella, siento una profunda identificación. Soy una persona cuya apariencia se lee como masculina, mi expresión se lee así y tengo una concha. Sin embargo, el término “hombre” no se aplica a mí, ni siquiera cuando va acompañado de la palabra “trans”. Veo la boyceta como un acto de insubordinación, un hackeo del régimen de la diferencia sexual y del binario de género. Al crear y apropiarnos de nuevas identidades, vamos contra la norma, subvertimos sus reglas y reinventamos el algoritmo, TRANSformandolo en algo que nos sirva. Aunque algunos sostienen que boyceta es un término genitalista -incluso se me ha acusado de ello-, yo veo lo contrario. La expresión rompe con la lógica que vincula la identidad de género a los genitales y desestabiliza el pensamiento binario. La sociedad, históricamente estructurada por el falocentrismo, ha construido una narrativa que demoniza y margina las vulvas, asociándolas con la impureza y la subalternidad. El cisgenerismo, basado en un modelo binario y excluyente, refuerza esta perspectiva al descalificar y estigmatizar los cuerpos que tienen vulvas, perpetuando dinámicas de tutela y sumisión. Este proceso impone barreras a la autodeterminación y refuerza un sistema de opresión que jerarquiza los cuerpos en base a rígidas normas de género y sexualidad. Ser boyceta es una afrenta a todo esto: al cisgenderismo, al genitalismo, al patriarcado. Es romper la norma binaria y liberar mi monstruosidad por tener un fenotipo que se lee como “masculino” y, al mismo tiempo, tener una vulva transmasculina. Como afirma Paul B. Preciado: “Prefiero mi nueva condición de monstruo a la de hombre o mujer, porque esta condición es como un pie que avanza hacia el vacío, señalando el camino hacia otro mundo”. El término boyceta no nace en círculos académicos, ni es una idealización proveniente de un hombre cisheteropatriarcal. Surgió en las periferias, creado por un transmasculino no blanco, como parte de un proceso más amplio de descolonización de nuestros cuerpos trans. Es una identidad forjada a través de la experiencia, la resistencia y el rechazo a encajar en moldes impuestos. Esta es mi experiencia, es la forma en que me identifico con el término boyceta, pero no es la única definición. Para mí, esta identidad es una herramienta para enfrentarme al colonialismo, como lo fue y lo es el pajubá. Pajubá es el dialecto utilizado por las personas trans para comunicarse y eludir la censura y la violencia durante el periodo dictatorial de Brasil. Todavía hoy utilizamos el pajubá. En resumen, diría que la lengua está viva y que el término boyceta, como otros que conforman nuestras identidades y dialectos, sigue el ritmo de los movimientos que hacemos. La gente en general tampoco entiende muy bien lo que significa ser una persona transmasculina. Mientras escribo este texto, utilizando un programa de texto, la palabra aparece subrayada en rojo todo el tiempo. Es como si estuviera mal o no existiera. Pero existe, sólo que está desordenada, en el sentido de que no quiere encajar. Me gusta resumirlo así: todo hombre trans es una persona transmasculina, pero no toda persona transmasculina es un hombre trans. “El monstruo es aquel que vive en transición. Alguien cuyo rostro, cuerpo y prácticas aún no pueden considerarse verdaderos en un régimen de saber y poder determinados. Hacer una transición de género es inventar una agencia maquínica con la hormona o con algún otro código vivo -que puede ser una lengua, una canción, una forma, una planta, un animal u otro ser vivo. Hacer una transición de género es establecer una comunicación transversal con la hormona, que borra -o más bien eclipsa- lo que ustedes llaman el fenotipo femenino y permite el despertar de otra genealogía. Este despertar es una revolución”. (Preciado, 2022, p. 36). En Argentina, me llamó la atención la forma en que se utiliza la palabra cuír (una versión latinoamericana de queer). Lo veo como una confrontación con el colonialismo, como una forma de apropiarse, más que de importar, el lenguaje del Norte Global. Las personas con las que hablé dijeron que no se usa mucho en ninguna de las dos versiones y eso me intriga porque en Brasil pasa lo mismo. Ni queer ni siquiera cuír son palabras que formen parte del vocabulario de la clase trabajadora brasileña. A nosotres nos suena un poco americanizado, como una especie de neocolonialismo. La lengua es una herramienta de lucha, forma parte de nuestra historia utilizar jergas y dialectos para comunicarnos y esto constituye nuestras batallas, como nos enseña el intelectual quilombola Antônio Bispo dos Santos, pero también puede ser una barrera. ¿Cuántas personas hablan inglés en Brasil? Dos de cada diez, según las cifras que he visto. Yo mismo lo estoy aprendiendo ahora, por necesidad, porque estudio tecnología. Así que la palabra queer nos llega de una pequeña parte de la población que tiene acceso a la educación superior, que asiste a las universidades. Tres de cada cuatro personas en Brasil no van a la universidad. Por lo tanto, lo que viene de este universo no le habla a todo el mundo y el uso (o la falta de uso) de las palabras cuír y queer forma parte de este contexto. Me encuentro con esta palabra cuando rompo algunas burbujas y voy a una universidad pública, pero cuando vuelvo a mis territorios, a los lugares de los que vengo y por los que paso, no es conocida por otras personas. Para mí, todo esto demuestra que el lenguaje es un campo de disputas, (des)identificaciones y resistencias. Reuniones y reconocimientos entre Brasil y Argentina Al principio de este texto, les decía que ir a Argentina era mi primer viaje internacional. También era la primera vez que viajaba en avión. Eso me puso muy nervioso. Afrontar este desafío/invitación me hizo sentir capaz y valorado, sentí que alguien valoraba “mi carrera”. Volví a Brasil pensando: “algún día volveré aquí, algún día traeré a mi madre”. Hay que decir que mi madre tampoco ha estado nunca en un aeropuerto. Y que en Brasil trabaja como empleada doméstica autónoma, sin derechos laborales ni protección social. Pienso en un Joaquim antes del viaje y en otro después. Antes, estaba desmotivado. Después, fui capaz de reconocer el poder que hay en mí. Esto tiene que ver, entre otras cosas, con haber conocido a otras personas trans en este viaje. No fueron tantos como me hubiera gustado, pero aun así fueron encuentros muy relevantes para mí. Lo que sé de Argentina ha venido de sus historias, de lo que he preguntado a personas trans. En Buenos Aires, conocí a dos personas transmasculinas, inmigrantes brasileños que llevaban mucho tiempo viviendo en el país. Intercambiamos información sobre nuestras condiciones de vida y nuestras expresiones culturales. Incluso les presenté a PAMKA, un dúo transmasculino que hace un sonido muy interesante aquí en Brasil. Nunca habían oído hablar de ellos. “¡Boyceta! Estoy en primera línea, soltando petardos, huir ni siquiera es una opción, guerra interna contra el mundo…” – Tem Treta Lá, PAMKA, Ganjão En todos los relatos, reconocí un escenario político similar al de Brasil. Tenemos nuestras comunidades LGBTQIAPN+, pero el conservadurismo sigue siendo muy fuerte. En ambos lugares, hemos formado nuestras pequeñas colectividades para resistir. Hay encuentros y reconocimientos entre nosotros. Experimentar un poco de la cultura LGBTQIAPN+ en Argentina fue otro punto culminante del viaje. Ir a un tango cuír/queer, por ejemplo, fue un desafío. Como niño disidente, siento que muchas cosas han sido reprimidas en mí. Entre ellas, la posibilidad de expresarme corporalmente. Este es un esfuerzo reciente y formar parte de la cultura ballroom me ha permitido progresar. De vuelta en Argentina, me encontré intentando bailar tango sin que nadie asumiera un papel que se atribuye a los hombres cisgénero, el de dirigir el baile. De este modo, afirmé principios políticos al bailar un tango que rompe con el binarismo del hombre y la mujer en la forma de bailar. Más allá de lo digital: el aprendizaje de las tecnologías como forma de organización contrahegemónica En este viaje aprendí mucho sobre tecnología. Aprendí escuchando a las otras organizaciones que forman parte de la investigación WOIP (Cooperativa Central, Alternativa Laboral Trans, Federación Argentina de Cooperativas de Trabajo de Tecnología, Innovación y Conocimiento – FACTTIC, Núcleo de Tecnologia do MTST y MariaLab) y entendí más sobre tecnología en los intercambios realizados con los participantes en el evento sudoAmérica. Fue increíble ir a la sede de la cooperativa Código Libre, parte de FACTTIC, y ver que, sí, tener una sede física es posible. La cooperativa brasileña de la que formo parte, Señoritas Courier, aún no tiene una y realmente la necesitamos. Sólo tenemos un registro de entidad jurídica y muchos sueños. Ir a Argentina me ayudó a ver que muchas cosas son posibles. Conocí un restaurante que funciona como cooperativa, una pizzería cooperativa… Cosas de las que realmente no había sido consciente antes. Las organizaciones que participamos en la investigación de WOIP tuvimos la oportunidad de hacer una presentación ante estudiantes de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Poco después, un joven se me acercó para hablarme de su cooperativa, que desarrolla mapas y trabaja con datos de georreferenciación. Yo no sabía que esto existía y aprendí de esta conversación, como he aprendido de otros intercambios sobre tecnologías sociales, sobre articulaciones políticas entre personas y grupos interesados en las tecnologías. En la UBA, pensé que no podría hablar por culpa del idioma, pero la mediación de las personas que estaban juntas me ayudó a superar esta barrera. Es más, a medida que avanzaba la actividad, me di cuenta de que podía entender lo que decían. Darme cuenta de esto fue muy impresionante. Pude hablar y eso fue muy importante para mí. No terminé el pregrado en la universidad en Brasil, pero fui a una universidad en Argentina y compartí mis experiencias y percepciones de la tecnología con muchas otras personas. En aquella ocasión, hablé sobre la importancia de que los cuerpos disidentes ocupen el campo de la tecnología. Esto era importante para mí, pero creo que también lo era para las demás personas que estaban allí, porque no había muchas otras personas trans que lo hicieran. En ese espacio, yo era el único cuerpo transmasculino presente – todas las otras (pocas) personas trans que había allí eran travestis, mujeres trans o personas no binarias. Hablar de mis experiencias como persona transmasculina que intenta ocupar espacios de desarollo tecnológico puede inspirar a otras personas que también quieran hacer lo mismo. También actúa como “mensaje” para los demás de que nuestras existencias y perspectivas deben tenerse en cuenta. Además, hice hincapié en la importancia de desarrollar tecnologías sociales, ya que son éstas las que realmente tienen potencial transformador. El concepto de tecnología social se refiere a soluciones construidas colectivamente que tratan de responder a los retos sociales mediante la participación activa de las comunidades implicadas. A diferencia de las tecnologías convencionales, impulsadas por la ganancia y la exclusión, las tecnologías sociales priorizan el impacto comunitario y la democratización del conocimiento. Mi propia carrera en la cooperativa Señoritas Courier es un buen ejemplo. A partir de una organización de base, pude desarrollarme en varios frentes, como el activismo, la defensa de derechos, la tecnología, la mecánica de bicicletas, los guías turísticos y las rutas culturales en bicicleta. Todo eso forma parte de una articulación y apropiación de tecnologías que históricamente nos han excluido o vetado, pero que ahora estamos ocupando, incluso sin invitación. No esperamos permiso para estar en estos espacios, nos apropiamos de estas tecnologías y las TRANSformamos en algo mejor: más accesible, más justo y más acorde con nuestras realidades. En otro momento del viaje, concedí una entrevista a otra persona trans, la presidenta de ALT Cooperativa, Elena Ficher, y hablamos más sobre el tema. Estaba muy nervioso durante la entrevista, pero la sensación de que alguien quería escucharme, saber más sobre mis opiniones, fue muy satisfactoria para mí. Definitivamente, este viaje fue muy importante en mi vida. A través de todo esto, pude reafirmar mi sentimiento de que las tecnologías trans son, ante todo, tecnologías anticolonialistas. La tecnología, tal y como la conocemos, ha sido desarrollada históricamente por hombres blancos cisgénero, que reproducen lógicas de acumulación y explotación. Las personas trans rompen con el binario de género y proponen así un replanteamiento completo de las estructuras sociales tal y como las conocemos, además de construir alternativas. Soy disidente y también lo es mi visión de la construcción de las tecnologías. No existe una separación artificial entre lo que soy y lo que hago. Las tecnologías que quiero construir son tecnologías encarnadas, trans. Cuando hablamos de la relación entre tecnología y trabajo, especialmente en las cooperativas, oímos hablar mucho de igualdad. Pero tenemos que ir más allá y pensar en términos de diversidad, porque la igualdad por sí sola no es suficiente para los cuerpos diversos. Tenemos condiciones de existencia desiguales y eso hay que tenerlo en cuenta a la hora de organizar nuestro trabajo y nuestras vidas. Necesitamos construir otras formas de generar ingresos que no borren las condiciones concretas de existencia de las personas disidentes en nombre de un supuesto avance tecnológico que sigue una lógica colonial. “Y por mucho que intente explicarlo, no puedo Para concretar lo abstracto que sólo yo siento Es como si me quedara aquí en este rinconcito Viendo girar el mundo en un error abusivo…”. Plan de vuelo – Criolo Esta ilustración, creada por mí, surgió como un impulso visceral, casi un vómito, en medio de un torbellino de sentimientos y sensaciones, cuando la testosterona actuó sobre mis células y me redescubrí como un individuo que no encajaba en las normas de diferenciación de género. Al mismo tiempo, me enfrenté a la transfobia, las crisis existenciales y el dolor de no ser reconocido. En trazos abstractos, esta imagen es una autorrepresentación, pero también un acto de resistencia. Lleva mensajes que se enfrentan al falocentrismo, al binarismo de género y a la violencia que intenta borrarnos. Hoy, esta ilustración está marcada en mi piel en forma de tatuaje, como recordatorio permanente de mi trayectoria y de la fuerza de ser boyceta. Ilustración de: Joaquim Renato Este texto ha sido financiado por la beca Martha LA McCain Faculty Fellowship, Queer and Trans Research Lab, Bonham Centre for Sexual Diversity Studies/ University of Toronto, y por el proyecto Worker-Owned Intersectional Platforms (WOIP), financiado por SSHRC Insight Development Grant DigiLabour Share This Artigo AnteriorDigiLabour newsletter is back No Newer Articles 2 weeks ago